lunes, 2 de diciembre de 2019

Derrota.

Desde el viernes he tratado de escribir este post, le he dado vueltas una y otra vez en la cabeza, pero la ansiedad, mi ansiedad, no me ha permitido poner en orden mis ideas, y puede ser que incluso ahora no consiga expresar lo que deseo.
Podría detallar todo lo que me llevó hasta esto y narrar cómo tuve un ataque de ansiedad el miércoles; o cómo no he podido desprenderme de los síntomas en más de una semana; podría hablar de mi insomnio o de las ganas de llorar que, a ratos no puedo contener; podría hablar de todas y cada una de las cosas que me llevaron a este punto en mi vida; de todo el caos y el derrumbre y la incertidumbre de estos días; pero no, los detalles en este caso son irrelevantes; porque la verdaderamente importante en todo esto es que, al fin, lo he aceptado: la ansiedad no es nueva para mí, es algo que me ha acompañado toda la vida y a lo que, tristemente me acostumbré.
Tuvieron que pasar todas estas cosas para al fin asumir que no, lo mío no son "síntomas de ansiedad"; "rasgos de ansiedad" o "tendencia a la ansiedad", es simple y llanamente: ansiedad. La padezco desde siempre, vivo con ella a diario y no me he hecho cargo por estar atendiendo a otros; por estar tratando de controlar todo; por querer ser fuerte y autosuficiente; por pasarme la vida cuidando a los demás y descuidándome a mí. Ahora soy capaz de verlo, siento ansiedad cuando tengo que hablar con personas que no conozco; ansiedad cuando conduzco; cuando tengo que hablar enfrente de otros; cuando tengo que hacer llamadas telefónicas; cuando pienso en catástrofes; cuando siento amor; cuando temo perder; cuando las cosas no salen como deseo; cuando no puedo dormir; cuando temo no volver a estar bien; cuando tengo que hablar de mis sentimientos; cuando no quiero herir los sentimientos de los demás; cuando quiero ser buena persona; cuando no quiero fallar; así podría continuar por un buen rato, identificando todos los momentos de mi vida en los que ha estado presente. 
Ha sido un shock tremendo asumir todo esto, dejar de minimizarme y decir que lo mío "no es nada comparado con lo que otros viven", pero es falso, quizá la única razón por la que no vivo ataques de pánico regularmente es porque aprendí a bloquearme y a mantener a raya esa angustia, pero definitivamente no ha sido una inquilina fácil. Ser psicóloga a veces solo vuelve más difícil la aceptación de algunas cosas, en este caso lo ha sido, porque me ha impedido notar que seguir funcionando no necesariamente significa ser funcional, y no estoy siendo, por ahora, funcional. 
Entiendo al fin lo que la psicoterapia nos hace a los humanos quitando los soportes en mal estado y dejando por un momento que la estructura se tambalee; que inmenso miedo de caer, ¿no?, hace parecer que estábamos mejor antes cuando todo estaba perfectamente desequilibrado y mal. Estoy tambaleándome desde que empecé la terapia, estoy al borde de la caída una y otra vez, pero, por extraño que parezca, por primera vez siento que estoy avanzando, que estoy soltando los soportes que debí haber soltado hace muchos años, ¿que si prefiero esto?, lo prefiero, si he de caer, que sea intentando conseguir cimientos diferentes, cimientos sanos; que sea aceptando que yo, que yo también necesito ayuda.

Luminosidad de viernes




Viajamos
buscando un lugar oscuro
donde esconder a la tristeza
bajo llave
amordazada
invisible.
Viajamos
lejos
cada vez más lejos
a sitios baldíos
donde la ansiedad
no se desborde
no nos vacíe
no nos golpeé.
Y aquí estoy,
en el sitio más luminoso
con el sol en pleno rostro
esperando
que se desvanezca todo.


Es marzo otra vez

 Es marzo otra vez. Se acumuló la vida. La ansiedad siguió. El home office terminó por agotarnos. Odiamos a los idiotas del Covid. Sentimos...